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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, julio 10, 2010

ESTEBAN LAUREANO MARADONA, MEDICO RURAL ARGENTINO.



“…Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, este es bien limitado, yo no he hecho más que cumplir con el clásico juramento hipocrático de hacer el bien a mis semejantes. Muchas veces se ha dicho que vivir en austeridad, humilde y solidariamente, es renunciar a uno mismo. En realidad ello es realizarse íntegramente como hombre en la dimensión magnífica para la cual fue creado…”
Esteban Laureano Maradona, médico rural argentino.


Por 1986, Otelo Borroni y Roberto Vacca dirigían la serie de documentales y fascículos inolvidables: “Historias de la Argentina Secreta”. Hasta ese momento el apellido Maradona representaba inequívocamente a una sola persona: el máximo jugador de fútbol que conocimos. “No sé si somos parientes. Me han dicho que es un muchacho millonario” dijo otro Maradona. El comentario le pertenecía a un anciano humilde, protagonista de una historia secreta, la de El hombre que perdió el tren. Gracias a ella, se replicó el famoso apellido sobre un desconocido doctor y naturalista, que se llamó Esteban Laureano Maradona. Fue médico de campaña durante la Guerra del Chaco. Curó –sin cobrar honorarios- a aborígenes y criollos en parajes olvidados. Su casa, tan humilde como la de sus pacientes, fue sede de su precario “hospital”. Arquetipo del médico gaucho, en ese mundo de monte y barro, operó a los ponchazos sobre carretas y atendió partos bajo la luz de la luna o el resplandor de los fogones. Allí, peleó contra el mal de Chagas, la tuberculosis, la lepra, el cólera, la sífilis y el paludismo. Estudió la naturaleza de los montes chaqueños. Trazó senderos para acceder al río Bermejo. Exploró nuevas fuentes de agua potable para la gente. Escribió trece libros, todos agotados, algunos publicados por universidades de Estados Unidos y la mayoría, inéditos. Fundó una escuela y una colonia aborigen. Renunció a todos los honores. Fue nuestro prócer más pobre: “Soy el médico más zaparrastroso del noroeste argentino”, llegó a reconocer. Pero aun en la indigencia absoluta, se mantuvo firme y donó el dinero de un premio que había recibido para becar a jóvenes médicos formoseños recién recibidos.
Le decían: Doctorcito Dios”, “Doctor Cataplasma”, “Doctorcito Esteban” ó “El médico de los pobres”.
Nació el 4 de julio de 1895, en Esperanza, provincia de Santa Fe en Argentina.
Descendiente de varios próceres de San Juan. De Plácido Fernández de Maradona que fue gobernador en varias ocasiones y ministro de Benavídez, y de José Ignacio Fernández de Maradona (hijos de español Francisco Fernández de Maradona c.c. Francisca Arias de Molina y Jofré, arribado de San Pedro de Arante, España, en el año 1748) jesuita y primer diputado electo por el pueblo de San Juan al ser reputado como el "mejor probidad" ante la Junta Grande de 1810 en Buenos Aires. Su madre se llamaba Petrona Encarnación Villalba Sosa y era hija de Esteban Villalba de origen santiagueño. Trabajó muchos años a cargo del cuidado de la hacienda de la familia Ezeiza, quienes al regresar al país de su exilio político, encontraron que no sólo don Esteban Villalba había cuidado su hacienda en su ausencia, sino que la había duplicado. Gracias a su honestidad, los Ezeiza le otorgaron grandes cantidades de patacones de plata a don Esteban, que luego de ello, costeando el río Paraná, se detuvo por la zona de Barrancas y Coronda, ambas en la provincia de Santa Fe, y compraron hectáreas de campo.
Pero la mayor distinción de las que aceptó (ya que él no aceptaba distinciones) fue la que le hicieron los Tobas del Paraje Guaycurú, en Formosa. Ellos lo llamaron “Piognak”: padre de todos.

Esteban Laureano Maradona se graduó en 1928, con medalla de honor, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Fueron sus maestros, entre otros, el premio Nobel Bernardo Houssay, Pedro de Elizalde y Gregorio Aráoz Alfaro.
Se instaló unos meses en la Capital Federal y luego en Resistencia, Chaco. Y allí estaba en 1930, cuando la revolución de Uriburu depuso al presidente Hipólito Yrigoyen. Si bien nunca había sido yrigoyenista sino acaso lo contrario, asumió como ciudadano defender la democracia y el gobierno constitucional pronunciando entonces fogosas conferencias en las plazas públicas, que le valieron inmediatas persecuciones. En el entusiasmo de la juventud acaso esa experiencia lo marcara, porque nunca luego llegó a practicarla seriamente y definitivamente se apartó de ella. “Pese a que llegué a ser candidato a diputado por el Partido Unitario —recordaba a propósito del tema—, la política nunca ocupó el centro de mi vida; los políticos, en su mayoría, siempre dicen una cosa y hacen otra, muchas veces desvirtúan la democracia para hacer demagogia en nombre de ella”.

En 1932, al estallar la Guerra del Chaco, se alistó como “aspirante a camillero” en Asunción del Paraguay. Al terminar la contienda, ya era teniente primero médico y jefe del Hospital Naval. Pero en esa breve carrera había perdido a Aurora, su novia, víctima de la fiebre tifoidea.
Ese mismo año, exactamente un 9 de julio, cuando viajaba en tren a Salta y a Tucumán, a visitar a un hermano, un hecho cambió su vida. En el Paraje Guaycurú alguien pidió ayuda para una parturienta que agonizaba en el monte. Y allá fue entonces Maradona, el médico, en un sulky. Y en medio del monte ayudó a nacer a la niña Mercedes Almirón, que luego fue madre y abuela, y que hasta hoy lo recuerda.
Al día siguiente -10 de julio de 1935-, cuando el doctor iba a retomar el camino hacia Tucumán, una multitud de enfermos harapientos -aborígenes en su mayoría- le pidieron que los atendiera.
Así viví muy sobriamente cincuenta y tres años en la selva – dijo poco antes de morir – hasta que el cuerpo me dijo basta. Un día me sentí morir y me empecé a despedir de los indios, con una mezcla de orgullo y felicidad, porque ya se vestían, se ponían zapatos, eran instruidos. Creo que no hice ninguna otra cosa más que cumplir con mi deber”
Fue postulado tres veces para el Premio Nobel y recibió decenas de premios nacionales e internacionales, entre los que se cuenta el Premio Estrella de la Medicina para la Paz, que le entregó la ONU en 1987. Sin embargo, no le importaban los honores. Había escrito su historia en el silencio, y la fama lo asaltó tiñendo su figura de ribetes legendarios y valores espirituales alejados de las sociedades de este tiempo, que paradójicamente lo admiraron por ello. Esa notoriedad le fue tan ajena como los homenajes o las retribuciones dinerarias: simplemente no alteraba su vida ni la aceptaba como algo merecido o que valiera la pena. En una carta dirigida a Eduardo Bernardi, al referirse a los premios, escribió: “Es todo humo que se disipa en el espacio”.
El Dr. Maradona fue unos de los primeros argentinos en redactar un "Vocabulario Toba-Pilagá" -pueblos con los que convivía- con más de tres mil vocablos. Constató también el grado de explotación al que eran sometidos los nativos, denunciándolo en su libro "A través de la selva":
"Diez a veinte centavos por hachar leña, siempre la más dura. Diez centavos por acarrear agua en barriles durante tramos de seis cuadras. Un peso diario para que transporten todo tipo de cargas. Y qué decir de los ingenios jujeños, salteños y tucumanos y de otros que efectuaban los pagos con vales, con cosas deterioradas e inservibles, con coca, con tabaco, con alcohol... Por lo mismo todo indio, al ser requerido para una changa, sea quien fuere el solicitante, tiene como estereotipada la defensiva frase que pronuncia en gerundio: ¿Cuánto pagando?"

Dijo un poeta:

Sea quichua, toba u ona,
La tribu no importa mucho;
La caridad llegó al indio
Por manos de Maradona.


El 4 de julio, día de su nacimiento ha sido declarado por ley Día Nacional del Médico Rural.
Murió en la ciudad de Rosario el 14 de enero de 1995 a los 99 años.


* Información y fotos extraídas de la abundante información que se consigue
¡ Gracias a Dios ! por internet.

4 comentarios:

  1. Estaba buscando algo de material sobre el Dr. Maradona, ya que tengo un blog sobre historia, cuando me encontré con esta nota. Tuve la suerte de laburar en "Argentina Secreta" y me emocioné al leerla. Con tu permiso voy a usarla citándote para mi recuerdo de mañana. Gracias!

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  2. GRACIAS POR VUESTRO COMENTARIO. DELE NOMÁS ESTE PEQUEÑO TRABAJO ES PARA SOCIALIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN Y CONOCIMIENTO. ME RECONFORTA VUESTRO MENSAJE.

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  3. La nota con el debido agradecimiento está acá: http://fatigandolugarescomunes.blogspot.com.ar/2013/01/14-de-enero-de-1995-el-dia-que-murio.html y además agregué tu blog a mi lista de blogs favoritos. Saludos

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    1. MUCHAS GRACIAS POR VUESTRA PUBLICACIÓN.
      GRACIAS POR AGREGARME A VUESTRA LISTA.
      LE INFORMO QUE TAMBIÉN ESTÁ EN EL GUILLERMO PIRRI ARGENTINO.
      UN ABRAZO.

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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.