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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

lunes, julio 19, 2010

EL ESPEJO ROTO, O EL FINAL DE LA ARGENTINA.


Julio Irazusta.



EL ESPEJO ROTO, O EL FINAL DE LA ARGENTINA.

por CARLOS SCHULMAISTER.


Primero fue la organización del espacio y del poder desde 1492 a 1810 -y 1902 en el caso de Cuba- creando un orden y una identidad española durante tres y cuatro siglos, respectivamente, sobre la base de la organización virreinal.

Julio Irazusta, gran historiador argentino ya fallecido, supo contrastar los destinos dispares de EE.UU. y del virreinato del Río de la Plata, ambos surgidos en 1776. Por entonces aquél era una pequeña franja entre el Atlántico y los Apalaches, mientras el virreinato abarcaba una tremenda porción de Sudamérica.

Diez años después de la Revolución de Mayo, el virreinato del Río de la Plata, estaba fragmentado en numerosas republiquetas que con grandes dificultades, sacrificios y costos de toda clase buscaban crear la Nación y el Estado –metas que en muchos casos no se alcanzaron correctamente, y costos que aún no se han terminado de saldar.

Mientras que EE.UU. organizó jurídicamente el Estado ya a finales del siglo XVIII, las flamantes repúblicas hijas de España lo hicieron con mucho retraso, por caso en Argentina el impulso definitivo de esta tarea comenzó en 1853 con la sanción de la Constitución Nacional, cuando ya EE.UU. había iniciado su imparable expansión territorial hasta el Pacífico mediante la guerra, la compra y la marcha al oeste, mientras que Argentina había quedado tremendamente reducida y aun así, en gran parte sin control efectivo del estado.

Llevó prácticamente todo el siglo XIX sofocar las tendencias centrífugas en beneficio de las centrípetas, mediante una efectiva ordenación jurídica y espacial, y la consiguiente formación de una identidad nacional, hasta que finalmente el Primer Centenario mostró una Argentina pujante y coherente, aunque socialmente desigual e injusta, fruto de la complejidad y la celeridad de la dinámica social de la segunda mitad del siglo.

De allí en más sólo restaba mejorar, sin embargo, la inconciencia, el descaro, la estolidez y la codicia de los sectores dominantes, por un lado, y por el otro las peripecias, retrocesos, fracasos y desvíos de una conciencia nacional y popular que oportunamente lograría vislumbrar y alcanzar efímeros horizontes de grandeza, llevaron a Argentina de ser una tierra bendecida en el reparto de dones de la naturaleza a un progresivo erial donde lo negativo ya no es la misma naturaleza cuando se descontrola, sino sus propios habitantes, sumidos cada vez más en la anomia, la desunión y la insolidaridad social.

En pocos meses más se cumplirá el Bicentenario de la Revolución de Mayo, celebración a escala continental americana y europea. ¿Qué es lo que hay que celebrar? Porque cuando se festeja el cumpleaños de alguien se celebra no el natalicio sino su presente, que haya crecido fuerte y se encuentre bien, y sobre todo que se pueda proyectar mejor aún, si cabe, en el futuro.

Pero hoy ya no existe un sentido de unidad nacional, ni de solidaridad, ni un proyecto compartido por todos, ni la tranquilidad de contar con una clase dirigente inteligente y honesta, ni la seguridad de contar con un sistema político justo, armónico y bien aceitado. Todo eso ha desaparecido. Argentina es un conjunto de islotes espaciales y sociales mal intercomunicados, como las provincias entre sí y respecto de Buenos Aires, la capital de los grandes dolores históricos.

Sólo en el mes de agosto hubo 189 cortes de rutas en Argentina, de los cuales 86 ocurrieron en la Patagonia. Empleados públicos y privados, desocupados, ocupantes de tierras, de fábricas, de municipalidades, campesinos y productores rurales, activistas de izquierda, indígenas que reclaman tierras “ancestrales” como paso previo a escaladas secesionistas, todos convertidos en “piqueteros” (nuevo cliché de la iconografía de izquierda), segmentando rutas, caminos y puentes por la fuerza y la amenaza, interrumpiendo el tránsito de personas, vehículos y bienes, violando los más elementales derechos humanos y causando irreparables daños materiales y económicos, mientras se suspende el estado de derecho y se vuelve a la época feudal, caracterizada por la caída del poder central y una economía de subsistencia.

Anomia, creciente violencia, ausencia de poder de policía y de justicia, aumento de la desocupación, del PBI, de las exportaciones y de las inversiones extranjeras. Y sin embargo, como si nada de esto ocurriera, el gobierno nacional se comporta como si estuviéramos ingresando al “primer mundo”, con veleidades y arrogancia de nuevo rico, con prepotencia y soberbia ilimitadas, imaginando que así es percibido por el público dentro y fuera del país. No comprende que cada vez más es percibido como el más grande farsante.

Seguramente muy pronto veremos a los piqueteros cobrar peaje con destino al fondo de lucha del “colectivo” de que se trate, que otros argentinos pagaran resignadamente para no soportar horas y días de espera.

El gobierno, complacido, argumentará que está todo bien, que son “mecanismos populares de redistribución de la riqueza”.




Extraído de: www.elansiaperpetua.com.ar/

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